Al comienzo las vidrieras eran tan sólo una montaña de productos sacados de las estanterías del comercio, querían demostrar la gran cantidad de artículos que podían ofrecer. Tenían que dejar claro que en el interior se encontraba el producto buscado. Eran un exceso de mercadería, agrupados bajo ningún criterio.
A medida que fue pasando el tiempo y la competitividad creció, la vidriera fue viéndose más como una espacio publicitario. El valor estético fue cobrando importancia, había que seducir al público, darle un carácter escenográfico. Los comerciantes fueron valorando este medio de expresión, creando exposiciones más selectas, eligiendo los productos, agrupándolos por semejanzas de utilidad, formas, color.
En los años 90 se da un paso más, y hace su aparición el minimalismo. En la actualidad el minimalismo esta cargado de conceptos alrededor de un único producto y a través del escaparate se incita al cliente a entrar en el mundo que muestra ese único objeto.
Generalmente estas vidrieras no las vamos a encontrar en zonas de comercio mayorista, ya que su público no dispone de tiempo para ingresar tienda por tienda y así ver qué le ofrecen. En éstas zonas suelen ser vidrieras más cargadas, y hasta podríamos decir que han evolucionado muy poco.
No son todas las marcas que pueden darse el gusto de hacer una vidriera minimalista, ya que para llegar a ese punto la marca debe estar posicionada o ubicada en una zona comercial donde el cliente disponga de tiempo para ver la vidriera y decidir ingresar al comercio para ver el resto del local.
Lo interesante es que estos escaparates implican un mayor desarrollo conceptual, son más desafiantes a la hora de su desarrollo, porque con poco hay que hacer más. Y es ahí donde la marca, además del producto, está mostrando parte de su esencia.
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